Solo los sabios lo comprenderán. La verdad y la justicia es la luz. Solo las almas puras se regocijarán. La verdad otorga libertad. Solo los buscadores se alegrarán. La justicia equilibra el Cosmos. Solo los despiertos sabrán ver y escuchar. La luz disipa toda tiniebla del alma. MAAT es vibración. El verbo es vibración. MAAT es mensaje y vibración en UNO. Si el contenido y la contundencia de su lenguaje se modifica. Pierde su vibración y deja de ser MAAT
El libro de MAAT El Legado de Hermes Trimegisto
Maat y Logos
¿Qué es Maat? Maat es el concepto que integra todas las nociones claves del pensamiento egipcio que se han tratado con anterioridad. A él se subsumen y él les da sentido a la oposición de contrarios, al nombre y la esencia, a los elementos del ser humano y al proceso cíclico de la naturaleza. Maat se traduce como Orden Cósmico, Verdad y Justicia, y en ese sentido es lo contrario al Caos, su oposición, cargada de valores positivos frente a un desorden cargado de valores negativos. Maat es aquello que lo regula todo, el primer principio, comparable a las tablillas “Me” de Mesopotamia, al Tao chino o –más interesante para nosotros- al Logos griego.
Como idea deificada Maat es una diosa hija de Ra, que surge con el inicio del mundo ordenado en todas las cosmogonías (en el caso de la menfita, por ejemplo, sería el montículo que surge de las aguas primordiales), siendo ella misma la que confiere ese orden al mundo y se opone al caos (de ahí su importancia y que sea hija de Ra, el creador). Se la representa como una diosa con una pluma de avestruz en la cabeza, o bien simplemente como la pluma. Se ha especulado mucho sobre el porqué de la representación, existiendo diversas teorías como la rectitud de la pluma que significa justicia y orden, o la teoría de Horapolo que defiende la igualdad del color de las plumas del avestruz como símbolo del orden y de la justicia.
Maat es la reguladora de toda la existencia, y los egipcios viven atemorizados por que ésta se rompa y el sol deje de aparecer en la clara mañana. Las fuerzas del caos, que personifican las fuerzas del mal, intentan destruir Maat continuamente, ya sea en el plano físico o en el espiritual durante el viaje de Ra a través de la Duat (especial mención a la serpiente Apofis, que ataca todas las noches la barca solar con el fin de destruirla).
Así pues Maat es un símbolo mitológico egipcio antiquísimo y probablemente el más importante del pensamiento racional del país del Nilo, representando la armonía y el equilibrio inherentes al orden así como el motor de tal, a la manera del Logos de los filósofos griegos.
¿Qué es Maat? Maat es el concepto que integra todas las nociones claves del pensamiento egipcio que se han tratado con anterioridad. A él se subsumen y él les da sentido a la oposición de contrarios, al nombre y la esencia, a los elementos del ser humano y al proceso cíclico de la naturaleza. Maat se traduce como Orden Cósmico, Verdad y Justicia, y en ese sentido es lo contrario al Caos, su oposición, cargada de valores positivos frente a un desorden cargado de valores negativos. Maat es aquello que lo regula todo, el primer principio, comparable a las tablillas “Me” de Mesopotamia, al Tao chino o –más interesante para nosotros- al Logos griego.
Como idea deificada Maat es una diosa hija de Ra, que surge con el inicio del mundo ordenado en todas las cosmogonías (en el caso de la menfita, por ejemplo, sería el montículo que surge de las aguas primordiales), siendo ella misma la que confiere ese orden al mundo y se opone al caos (de ahí su importancia y que sea hija de Ra, el creador). Se la representa como una diosa con una pluma de avestruz en la cabeza, o bien simplemente como la pluma. Se ha especulado mucho sobre el porqué de la representación, existiendo diversas teorías como la rectitud de la pluma que significa justicia y orden, o la teoría de Horapolo que defiende la igualdad del color de las plumas del avestruz como símbolo del orden y de la justicia.
Maat es la reguladora de toda la existencia, y los egipcios viven atemorizados por que ésta se rompa y el sol deje de aparecer en la clara mañana. Las fuerzas del caos, que personifican las fuerzas del mal, intentan destruir Maat continuamente, ya sea en el plano físico o en el espiritual durante el viaje de Ra a través de la Duat (especial mención a la serpiente Apofis, que ataca todas las noches la barca solar con el fin de destruirla).
Así pues Maat es un símbolo mitológico egipcio antiquísimo y probablemente el más importante del pensamiento racional del país del Nilo, representando la armonía y el equilibrio inherentes al orden así como el motor de tal, a la manera del Logos de los filósofos griegos.
Maat como Orden Cósmico
Maat es el conjunto de fuerzas que hacen del mundo algo ordenado, frente al mundo en desorden anterior al surgimiento del primer dios, el Cosmos frente al Caos. Maat regula los cambios cíclicos de la naturaleza y da sentido a la oposición de contrarios. Cuando Ptah pronunció los nombres de las cosas dándoles con ese acto la existencia (pues recordemos que el nombre encierra la esencia y existencia de las cosas), lo que hizo fue integrarlos dentro de Maat, dentro del equilibrio y la armonía cósmica.
La comparación con el Logos griego es inevitable. El Logos también se puede traducir de distintas maneras. En este caso nos interesa su significado de armonía y equilibrio cósmico, que se expresa además a través de la palabra (otro de sus significados). El Logos es la unidad de lo real, el equilibrio de un mundo en continuo cambio, el garante del cosmos y el agente de todos los cambios que se producen. En la teoría de Heráclito, defensor del cambio, el Logos es la inteligencia superior (no confundir con el ser divino) que ordena la lucha de contrarios –y por tanto los cambios naturales- y los produce en su justa medida, introduciéndolos en un clima de armonía. Como se puede observar, en ese significado Logos y Maat son conceptos muy parecidos, si no es que iguales.
Maat es el conjunto de fuerzas que hacen del mundo algo ordenado, frente al mundo en desorden anterior al surgimiento del primer dios, el Cosmos frente al Caos. Maat regula los cambios cíclicos de la naturaleza y da sentido a la oposición de contrarios. Cuando Ptah pronunció los nombres de las cosas dándoles con ese acto la existencia (pues recordemos que el nombre encierra la esencia y existencia de las cosas), lo que hizo fue integrarlos dentro de Maat, dentro del equilibrio y la armonía cósmica.
La comparación con el Logos griego es inevitable. El Logos también se puede traducir de distintas maneras. En este caso nos interesa su significado de armonía y equilibrio cósmico, que se expresa además a través de la palabra (otro de sus significados). El Logos es la unidad de lo real, el equilibrio de un mundo en continuo cambio, el garante del cosmos y el agente de todos los cambios que se producen. En la teoría de Heráclito, defensor del cambio, el Logos es la inteligencia superior (no confundir con el ser divino) que ordena la lucha de contrarios –y por tanto los cambios naturales- y los produce en su justa medida, introduciéndolos en un clima de armonía. Como se puede observar, en ese significado Logos y Maat son conceptos muy parecidos, si no es que iguales.
Maat como Verdad
Otro de los significados de Maat es el de Verdad. No conocemos demasiado sobre gnoseología egipcia, pero lo cierto es que si Maat, que es el orden cósmico, es traducido como Verdad, quiere decir que la verdad es aquello en tanto que está sometido a Maat, ergo en tanto que existe. Y si la verdad es el objeto del conocimiento, el conocimiento debe estudiar la Maat y aprender de ella. De esta manera se podría afirmar que Maat es la unidad de lo existente –a la manera del Logos griego-, ya que aquello que no existe no es verdad. Nos encontramos de nuevo con concomitancias en la teoría griega de Heráclito. El filósofo de Éfeso, quien afirma el devenir de lo natural –frente a otros filósofos que lo habían negado-, defiende que el conocimiento ha de ceñirse, no a las cosas que cambian –pues es imposible obtener verdad de aquello que es mutable-, sino al motor de esos cambios, es decir al Logos. El Logos es también verdad, y de ahí su traducción como “razón”, ya que el mundo es algo racional, y la razón humana ha de adaptarse al Logos para obtener conocimiento y verdad.
Se podría decir entonces que en el pensamiento egipcio el mundo es racional y la razón humana ha de ceñirse a Maat para alcanzar la verdad.
Otro de los significados de Maat es el de Verdad. No conocemos demasiado sobre gnoseología egipcia, pero lo cierto es que si Maat, que es el orden cósmico, es traducido como Verdad, quiere decir que la verdad es aquello en tanto que está sometido a Maat, ergo en tanto que existe. Y si la verdad es el objeto del conocimiento, el conocimiento debe estudiar la Maat y aprender de ella. De esta manera se podría afirmar que Maat es la unidad de lo existente –a la manera del Logos griego-, ya que aquello que no existe no es verdad. Nos encontramos de nuevo con concomitancias en la teoría griega de Heráclito. El filósofo de Éfeso, quien afirma el devenir de lo natural –frente a otros filósofos que lo habían negado-, defiende que el conocimiento ha de ceñirse, no a las cosas que cambian –pues es imposible obtener verdad de aquello que es mutable-, sino al motor de esos cambios, es decir al Logos. El Logos es también verdad, y de ahí su traducción como “razón”, ya que el mundo es algo racional, y la razón humana ha de adaptarse al Logos para obtener conocimiento y verdad.
Se podría decir entonces que en el pensamiento egipcio el mundo es racional y la razón humana ha de ceñirse a Maat para alcanzar la verdad.
Maat como Justicia
El orden cósmico no gobierna solo en el plano físico, sino que armoniza todos los aspectos de la vida, incluidas las acciones humanas, dominando por tanto el campo de la ética. Maat como orden está marcada por valores muy positivos, y en el ámbito moral significa también equilibrio, lo que se traduce por justicia. Maat es la garante de que todos los actos reciban su merecido de manera igualitaria. Quienes aseguran Maat entre el orden divino son los propios dioses, y quien lo asegura entre los humanos es el faraón, cuya voz es justicia, que debe actuar siempre de manera justa.
Para el pensamiento egipcio el bien se identifica con Maat, y por ello el bien es aquello que es justo, en tanto que está en armonía. En Maat se encuentran las directrices morales justas, y una acción será buena cuando sea justa y se adapte a Maat, y será mala si no se ajusta a ella.
Esta forma de concebir la moral, como algo inherente a la naturaleza, se encuentra también en la filosofía griega. Por algunas frases de Heráclito se puede suponer que el Logos tiene también su función moral, pero la concepción que mejor refleja esto es la socrática. Los sofistas argumentaban que toda ley era un acuerdo entre particulares, una especie de “contrato social” -si se me permite el anacronismo filosófico-, en un mundo en el que no existían principios morales objetivos. Sócrates se opone a esto y establece que la ley debe responder a la physis, es decir, a la naturaleza. Esto encierra el hecho de que existen elementos éticos objetivos que forman parte de la totalidad de la realidad –la naturaleza- y que pueden ser descubiertos y aplicados. La idea de Sócrates concuerda perfectamente con la concepción egipcia, la diferencia tal vez estriba en que su alumno Platón se preguntará por la esencia de esos principios mientras que los egipcios se conforman –como se verá a continuación- con sus leyes y costumbres consuetudinarias.
En el plano político la voz del faraón es Maat, siendo ilegal contradecirla. ¿Y qué sucede en el campo de la moralidad personal? Al contrario que los griegos, los egipcios no reflexionaron sobre cuáles eran los principios morales que conformaban Maat o cuál es la esencia de la justicia –o al menos no nos quedan textos sobre ello-, así pues esos principios morales responden a costumbres propiamente egipcias y a la concepción que tenían sobre ciertas acciones personales –considerándolas malas o buenas-, formando una especie de ley consuetudinaria. Si alguien se pregunta si podemos conocer cuáles eran esos principios éticos y qué cosas tomaban por negativas y positivas los egipcios la respuesta es que sí. Paradigmático es el capítulo 125 del Libro de los Muertos, en el que el difunto se declara inocente de múltiples acciones ante el tribunal de los dioses. Robo, codicia, asesinato, adulterio, soberbia, ignorancia, depravación, son tan solo unas de las tantas acciones desdeñadas por los antiguos habitantes del Nilo. Un estudio más detallado sobre este capítulo del Libro de los Muertos podría poner en claro más cuestiones sobre el comportamiento egipcio.
Como ha sido aclarado, la conducta humana había de ceñirse a Maat para ser buena, porque de esa manera se ceñía a las fuerzas del orden universal, mientras que de lo contrario obedecería a las fuerzas del caos que pretenden destruir Maat. Tanto es así que a la muerte de la persona, su corazón (sede de la voluntad para el pensamiento egipcio) era pesado en una balanza junto a una pluma que representaba Maat, en estricta presencia de Osiris y Anubis (el dios psicopompo). Si el corazón se encontraba en equilibrio con Maat quería decir que el muerto había actuado en vida acorde a ella y era digno de seguir su camino hacia los prósperos y fértiles Campos de Ialu, donde podría continuar con la vida que tenía antes de morir. En cambio, si el corazón pesaba más que Maat era obvio que el difunto había actuado de manera caótica y negativamente y debía ser expulsado del mundo ordenado. Para esto aparecía Ammyt, la diosa con cabeza de cocodrilo, cuerpo de león y parte trasera de hipopótamo, quien devoraba el corazón y condenaba al fallecido a la inexistencia.
El orden cósmico no gobierna solo en el plano físico, sino que armoniza todos los aspectos de la vida, incluidas las acciones humanas, dominando por tanto el campo de la ética. Maat como orden está marcada por valores muy positivos, y en el ámbito moral significa también equilibrio, lo que se traduce por justicia. Maat es la garante de que todos los actos reciban su merecido de manera igualitaria. Quienes aseguran Maat entre el orden divino son los propios dioses, y quien lo asegura entre los humanos es el faraón, cuya voz es justicia, que debe actuar siempre de manera justa.
Para el pensamiento egipcio el bien se identifica con Maat, y por ello el bien es aquello que es justo, en tanto que está en armonía. En Maat se encuentran las directrices morales justas, y una acción será buena cuando sea justa y se adapte a Maat, y será mala si no se ajusta a ella.
Esta forma de concebir la moral, como algo inherente a la naturaleza, se encuentra también en la filosofía griega. Por algunas frases de Heráclito se puede suponer que el Logos tiene también su función moral, pero la concepción que mejor refleja esto es la socrática. Los sofistas argumentaban que toda ley era un acuerdo entre particulares, una especie de “contrato social” -si se me permite el anacronismo filosófico-, en un mundo en el que no existían principios morales objetivos. Sócrates se opone a esto y establece que la ley debe responder a la physis, es decir, a la naturaleza. Esto encierra el hecho de que existen elementos éticos objetivos que forman parte de la totalidad de la realidad –la naturaleza- y que pueden ser descubiertos y aplicados. La idea de Sócrates concuerda perfectamente con la concepción egipcia, la diferencia tal vez estriba en que su alumno Platón se preguntará por la esencia de esos principios mientras que los egipcios se conforman –como se verá a continuación- con sus leyes y costumbres consuetudinarias.
En el plano político la voz del faraón es Maat, siendo ilegal contradecirla. ¿Y qué sucede en el campo de la moralidad personal? Al contrario que los griegos, los egipcios no reflexionaron sobre cuáles eran los principios morales que conformaban Maat o cuál es la esencia de la justicia –o al menos no nos quedan textos sobre ello-, así pues esos principios morales responden a costumbres propiamente egipcias y a la concepción que tenían sobre ciertas acciones personales –considerándolas malas o buenas-, formando una especie de ley consuetudinaria. Si alguien se pregunta si podemos conocer cuáles eran esos principios éticos y qué cosas tomaban por negativas y positivas los egipcios la respuesta es que sí. Paradigmático es el capítulo 125 del Libro de los Muertos, en el que el difunto se declara inocente de múltiples acciones ante el tribunal de los dioses. Robo, codicia, asesinato, adulterio, soberbia, ignorancia, depravación, son tan solo unas de las tantas acciones desdeñadas por los antiguos habitantes del Nilo. Un estudio más detallado sobre este capítulo del Libro de los Muertos podría poner en claro más cuestiones sobre el comportamiento egipcio.
Como ha sido aclarado, la conducta humana había de ceñirse a Maat para ser buena, porque de esa manera se ceñía a las fuerzas del orden universal, mientras que de lo contrario obedecería a las fuerzas del caos que pretenden destruir Maat. Tanto es así que a la muerte de la persona, su corazón (sede de la voluntad para el pensamiento egipcio) era pesado en una balanza junto a una pluma que representaba Maat, en estricta presencia de Osiris y Anubis (el dios psicopompo). Si el corazón se encontraba en equilibrio con Maat quería decir que el muerto había actuado en vida acorde a ella y era digno de seguir su camino hacia los prósperos y fértiles Campos de Ialu, donde podría continuar con la vida que tenía antes de morir. En cambio, si el corazón pesaba más que Maat era obvio que el difunto había actuado de manera caótica y negativamente y debía ser expulsado del mundo ordenado. Para esto aparecía Ammyt, la diosa con cabeza de cocodrilo, cuerpo de león y parte trasera de hipopótamo, quien devoraba el corazón y condenaba al fallecido a la inexistencia.
El Fin de Maat
En tan alta estima tenían los egipcios a la justa Maat que las representaciones que se hacían de un posible fin de los tiempos no tenían que ver con la destrucción provocada por los dioses –con algunas excepciones, como cuando Ra quiere destruir a la humanidad-, sino con el fin de Maat y la instauración del caos en el mundo. Los egipcios no temían una destrucción, sino la ruptura del orden tradicional, tanto físico como moral. Existen muchos textos apocalípticos con tal estructura. Uno histórico son “Las lamentaciones de Ipuer”, un texto del Segundo Período Intermedio aunque referido al Primer Período Intermedio, en el que ante la inestabilidad política que afecta al país se tiende a retratarlo todo de manera caótica, como si Maat hubiera sido derrotada. En ese texto la ruptura del orden cósmico afecta a todos los niveles, al material: “el Nilo golpea y no se labra”, “el desierto se abate sobre el país”, “las mujeres son estériles, ya no se concibe”; y al ético: “los pobres se han apoderado de las riquezas y quien no tenía ni sandalias ahora es dueño de inmensas fortunas”, “la cámara de la pirámide ha sido saqueada”, “el rey ha sido derrocado por el populacho”.
Ante la ruptura de Maat, la actitud del egipcio puede ser muy variada. Existen opciones suicidas (“El diálogo del desesperado con su Ba”), opciones hedonistas (“La canción del arpista”) y opiniones sobre la restauración del orden y de Maat, que por supuesto ha de estar en mano del faraón (“Instrucciones a Merikara”).
Esta necesidad de Maat para que el mundo funcione correctamente está también presente en la filosofía griega, tanto en el estudio de la physis, ya que Heráclito hace del Logos algo necesario para que exista el conocimiento de tal y para que todo se transforme en su justa medida; como en el estudio de la moral, dada la concepción clásica griega de que el hombre es un zoon politikon que solo puede realizarse y ser feliz dentro de un orden social y político, cuya ausencia o imperfección da también lugar a posturas hedonistas y de indiferencia (Epicureismo y Estoicismo así como otras doctrinas del período helenístico).
En tan alta estima tenían los egipcios a la justa Maat que las representaciones que se hacían de un posible fin de los tiempos no tenían que ver con la destrucción provocada por los dioses –con algunas excepciones, como cuando Ra quiere destruir a la humanidad-, sino con el fin de Maat y la instauración del caos en el mundo. Los egipcios no temían una destrucción, sino la ruptura del orden tradicional, tanto físico como moral. Existen muchos textos apocalípticos con tal estructura. Uno histórico son “Las lamentaciones de Ipuer”, un texto del Segundo Período Intermedio aunque referido al Primer Período Intermedio, en el que ante la inestabilidad política que afecta al país se tiende a retratarlo todo de manera caótica, como si Maat hubiera sido derrotada. En ese texto la ruptura del orden cósmico afecta a todos los niveles, al material: “el Nilo golpea y no se labra”, “el desierto se abate sobre el país”, “las mujeres son estériles, ya no se concibe”; y al ético: “los pobres se han apoderado de las riquezas y quien no tenía ni sandalias ahora es dueño de inmensas fortunas”, “la cámara de la pirámide ha sido saqueada”, “el rey ha sido derrocado por el populacho”.
Ante la ruptura de Maat, la actitud del egipcio puede ser muy variada. Existen opciones suicidas (“El diálogo del desesperado con su Ba”), opciones hedonistas (“La canción del arpista”) y opiniones sobre la restauración del orden y de Maat, que por supuesto ha de estar en mano del faraón (“Instrucciones a Merikara”).
Esta necesidad de Maat para que el mundo funcione correctamente está también presente en la filosofía griega, tanto en el estudio de la physis, ya que Heráclito hace del Logos algo necesario para que exista el conocimiento de tal y para que todo se transforme en su justa medida; como en el estudio de la moral, dada la concepción clásica griega de que el hombre es un zoon politikon que solo puede realizarse y ser feliz dentro de un orden social y político, cuya ausencia o imperfección da también lugar a posturas hedonistas y de indiferencia (Epicureismo y Estoicismo así como otras doctrinas del período helenístico).
Conclusión
La racionalidad egipcia, expresada en el mito así como también en otro tipo de textos, concibe un mundo dualista, dinámico y cíclico regulado por un orden cósmico universal que integra mediante el nombre de la esencia a todos los elementos y sus contrarios y les confiere su justo equilibrio, siendo por ello fuente del conocimiento y de la moral.
La racionalidad egipcia, expresada en el mito así como también en otro tipo de textos, concibe un mundo dualista, dinámico y cíclico regulado por un orden cósmico universal que integra mediante el nombre de la esencia a todos los elementos y sus contrarios y les confiere su justo equilibrio, siendo por ello fuente del conocimiento y de la moral.
Grimal, Nicolás. “Historia del Antiguo Egipto”, Málaga. Ediciones
Sibila
Es evidente que este volumen es bastante actual, tengo curiosidad en saber quién hay detrás del seudónimo que utiliza el autor o autora, que suscribe como "La Escriba".
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