lunes, 25 de julio de 2011

EL CICLO SAGRADO DE LA MUJER


Una mujer que toma conciencia de su ciclo y las energías inherentes a él, también aprende a percibir un nivel de vida que va más allá de lo visible, mantiene un vínculo intuitivo con las energías de la vida, el nacimiento y la muerte, y siente la divinidad dentro de la tierra y de sí misma.

A partir de este reconocimiento la mujer se relaciona no sólo con lo visible y terrenal sino con los aspectos invisibles y espirtuales de su existencia. Fue a través de este estado alterado de conciencia que tenía lugar todos los meses que las chamanas/curanderas y más adelante las sacerdotisas, aportaron al mundo y a su propia comunidad su energía, claridad y conexión con lo divino. La curación la magia, la profecía, la enseñanza, la inspiración y la supervivencia provinieron de su capacidad de sentir ambos mundos, de viajar entre los dos y de llevar sus experiencias al otro. "

"El incremento del dominio masculino en la sociedad y la religión hizo declinar la posición de la chamana y la sacerdotisa hasta tal punto que los hombres terminaron por adoptar sus roles.
El papel de la sacerdotisa fue tan fuertemente reprimido que la actividad de la mujer en la religión estructurada terminó por desaparecer por completo, lo que si consiguió perdurar de un modo "clandestino" fue la posición de adivina o bruja, que se convirtió en el último vínculo con las religiones matriarcales.

La hechicera de la aldea era una experta en la magia de la naturaleza, la curación y las relaciones entre las personas, y tenía la capacidad de interactuar con las estaciones, su propio ciclo menstrual y su intuición; ayudaba y guiaba a sus semejantes en lo concerniente a la vida y la muerte, actuaba como iniciadora y transformadora valiéndose de rituales de transición y dirigía ceremonias extáticas.

Estas mujeres simbolizaban el equilibrio de la conciencia y las energías femeninas dentro de una sociedad y una religión dominadas por hombres, pero como desafortunadamente estos poderes representaban una clara amenaza para la estructura masculina, durante la época medieval se las persiguió sin tregua hasta virtualmente destruir la tradición de la bruja o hechicera en la sociedad.
Al atacarles, los peseguidores no hacían otra cosa que admitir su poder, pero no fueron esas agresiones las que finalmente destruyeron la brujería: fue el hecho de que con el paso del tiempo la sociedad terminó por negar la existencia de estos poderes femeninos."

Lamentablemente, al principio los castigos que se les impusieron cada vez que eran capturadas, así como el miedo y la vergüenza que posteriormente provocó su imagen, hicieron que las mujeres dejasen de expresar aquellas habilidades y necesidades que podrían haber supuesto la continuidad de la tradición.

"Los efectos directos de las persecuciones de las brujas todavía se perciben hoy en día: hacen falta enseñanzas espirituales, arquetipos y tradiciones que reconozcan la naturaleza femenina y sus energías, y demás está decir que ya nadie las guía en su utilización"

El tabú menstrual no se limita únicamente a las sociedades primitivas o al pasado, pues incluso en nuestros días muchas religiones restringen física y mentalmente a la mujer durante su período.
Por ejemplo en la cultura islámica, una mujer que está menstruando tiene prohibido entrar en una mezquita, norma cuya transgresión estaba penada antiguamente con la muerte. Por su parte, la menstruación representa para algunas culturas cristianas el pecado original de Eva: con él nacen todas las mujeres cristiana, quienes se “ven obligadas a expiarlo continuamente si quieren ir al cielo”. De lo que “deduce” que ninguna mujer es suficientemente sagrada como para tomar parte activa en la religión.

Tenemos que darnos cuenta, de que una parte de nuestra actitud respecto a la menstruación ha sido creada por la sociedad; una vez que lo hagamos, podremos deshacernos del condicionamiento social y tendremos de la oportunidad de conectar con las energías creativas vinculadas al ciclo menstrual.

Las energías del ciclo menstrual no deben restringirse ni controlarse, puesto que el hecho de bloquearlas o coartarlas puede hacer que se vuelvan destructivas; por el contrario debe aceptarse como un flujo que tiene su propio modo de expresión y contra el que no podemos luchar.
De este modo evitamos correr el riesgo de hacernos daño tanto física como mentalmente.

No en vano, la mujer que opone resistencia está negando su propia naturaleza, por lo que el resultado suele ser la agresión, la ira y la frustración; razón suficiente por la que debemos permitir que las energías menstruales encuentren su expresión en los múltiples aspectos de la naturaleza femenina creativa.

La menstruación es una fase de introspección, un momento para escuchar a tu interior y a tu cuerpo. En el sangrado disminuyen en gran medida las barreras entre tu mente consciente y subconsciente, lo que te permite abrirte, y generar una interacción con tu consciencia corporal.
Esta fase implica un retiro meditativo, pero eso no la convierte en negativa; casi siempre conlleva una sensación de aceptación y de formar parte de un todo, es una oportunidad ideal para dejar que tu expresión interna (subconsciente) llegue hasta tu mente despierta.

Este periodo brinda la capacidad de aumentar el conocimiento de las energías creativas, que antes de la menstruación eran inspiradoras, y ahora se conviertan en visionarias.

El hecho de replegarse hacia el interior refleja que se siente la necesidad de tomar conciencia de nuestros niveles internos. El cuerpo incluso necesita dormir más, y la mente requiere más tiempo para soñar. Tus sueños pueden enseñarte mucho acerca de tu estado interior, de tu cuerpo, y de tu mente.
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